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Jose Angel Gil Fernandez

Balmaseda es y será por siempre, un contexto vinculado a nuestra existencia, un paisaje de fondo, un decorado al que queramos o no, debemos asomarnos cada mañana, un amasijo de piedras y carne que por mucho que avance el tiempo permanece perenne sin apenas cambios… Un escenario, repleto de vida. Vida que  nace en cada uno de sus pequeños viandantes, sus cafeterías, sus tiendas, sus calles estrechas donde el discurrir de personas obliga al contacto… Una mirada, un saludo, un leve gesto que invita a formar parte de esta selva de humanos que formamos todos y cada uno de los habitantes de esta villa. Balmaseda.

Atravieso con prisa, la alargada serpiente que forma la calle correría… Llego tarde a mi cita, una vez más. El sonido grabado de las campanas, delata que son las cinco de la tarde y a unos ochenta metros, a la altura del antiguo cantón de la villa, veo una silueta inconfundible, escuálida, consumida…  Es él.

He cruzado tantas veces esta calle, de abajo a arriba y de arriba a abajo y en casi todas encuentro un hueco en el que encajar su figura, su atropellado paso, su peculiar voz… Prueba tácita de un pasado veloz, vertiginoso que ha dejado huella en cada uno de sus rasgos y sobre el que hoy nos disponemos a charlar, sin prisa, sin guiones, acompañados de un café y de un puñado de buenas intenciones…

 

Hoy compartimos tiempo y espacio con Jose Angel “Gil” Fernández.

Una taza de café, puede ser el punto de partida perfecto, un aliado que abra el camino a las palabras hasta hacerlas  fluir sin descanso. Anécdotas, experiencias, aciertos, errores… Más de dos hora repasando una vida intensa y la sensación final es indescriptible…

Pero a pesar de todo, creo que en el fondo, sólo hemos rasgado ligeramente la superficie, la epidermis de un mundo, en el que muchos han entrado, pero pocos han salido…

Jose revuelve insistentemente el café, con voz suave y entrecortada,  nos cuenta sus primeros años “Yo era un negado en la escuela. Soy inteligente, pero… No me gustan las imposiciones y en aquel tiempo la escuela era así. Era una persona muy problemática, así que los profesores llegaron a decirme que me quedara mirando por la ventana en lugar de estudiar. Eso es algo que hoy en día no pasaría. Finalmente todo desembocó en una cuestión personal entre un profesor y yo, con el que incluso me llegué a pegar. Así que en sexto me echaron de la escuela. No tengo ni el graduado escolar. Lo que se, me lo ha enseñado la vida.”

Intentamos en vano, buscar un punto de partida, un desvío en el camino, un acontecimiento que marcara su rumbo, pero es inútil “Las cosas pasan por que pasan… No sabes exactamente porqué pero pasan. Tú tenías una intención pero luego…La vida te lleva, como el viento lleva las hojas” Jose no se esconde, su cuerpo delata mil y una batallas, pero también por dentro es transparente. No recurre a excusas, ni argucias, ni entornos “Las malas compañías decía mi madre siempre, pero es que yo he cambiado de entornos habitualmente. Las malas compañías pasan una vez. Pero si coincide que una vez estas con una gente, luego con otra, luego con otra… ¿Quiénes son las malas compañías, ellos para ti o tu para ellos?”

Expulsado de la escuela, comienza a trabajar con su difunto hermano en el monte un trabajo duro que nos retrotrae a muchos a aquel hombre fuerte y energético que aun guardamos en la memoria “Con mi hermano estuve dos años en el monte, mojaduras, picaduras de gatillas… Un trabajo muy duro” Sus ojos se humedecen, la figura de su difunto hermano tiene un peso especial “Un sentimiento como este, no se puede expresar en una entrevista” A continuación se hace el silencio en un breve pero intenso periodo de tiempo. Su mutismo nos lo dice todo. Finalmente nos explica “Yo soy muy optimista. Me quedo con lo bueno, con los recuerdos agradables. A mi hermano ya no me lo devuelve nadie, pero yo recuerdo muchos momentos, muchos sentimientos… Y recomiendo a todo el mundo que haga lo mismo”

Sus manos no pueden parar quietas. Dibujan explicaciones que acompañan el leve sonido de su voz y marcan con su compás un estado de ánimo que cambia por momentos. Los siguientes minutos la conversación baja un poco de intensidad, pero igualmente interesante “Poca gente sabe que yo estuve trabajando en un teatro. ¡Esa si que es una aventura! Fue a raíz de una discusión con mi padre en la plaza. La discusión fue tan fuerte que llegué a sacarle la navaja. Una compañía de teatro que estaba actuando en Balmaseda, apaciguó los ánimos y finalmente acabé comiendo con ellos… Y una cosa llevo a la otra. Sin darme cuenta, estaba envuelto en una gira por toda España. ¡Fuimos incluso a Melilla! Recuerdo que empecé como montador, con 18 años o así, luego de técnico de luces, hasta que un día uno de los actores se puso malo. Yo me sabía los papeles de memoria de haberlos visto mil veces, así que acabé trabajando de actor” Mira a la pared, nos explica con detenimiento como era el escenario, como un decorado cambiaba tirando de una cuerda y aparecía un fondo diferente… Sonríe. Las épocas buenas, nunca se olvidan.

 

No deja de impactarnos la valentía de un chaval que decide marcharse de casa con apenas dieciocho años, a recorrer mundo, en un tiempo en el que nadie lo hacía “Bueno, yo ya lo había hecho siendo un menor. Me había escapado un par de veces a Barcelona y a Madrid. Una vez me arrestaron en Zaragoza, y al ser menor de edad tuvieron que venir mi padre y mi tío a sacarme del calabozo” El miedo o el temor no forma parte de su paisaje “La primera novia negra que tuve, la tuve en Melilla. Siempre me decía que igual me hacían algo si no estaba con ella, como si todos los árabes me irían a comer.-Tranquilo si vienes conmigo no te va a pasar nada pero si no…- Yo no tenía miedo a nada ni a nadie”. Sus palabras supuran decisión y confianza, pero no podemos imaginar aquel mundo como algo fácil para nadie y menos tan joven “Yo era  uno de tantos chavales que estaba allí, aquí podía ser parte de una minoría pero allí éramos muchos intentando subsistir” Pero finalmente nos confiesa ”Difícil no. Más claro te lo voy a decir Jodidísimo. Había que andar súper atento de día y de noche, no se podía bajar la guardia en ningún momento”

Seguimos tirando del hilo del pasado, hablamos del paso del tiempo y del cambio que han experimentado las localizaciones más cercanas “Balmaseda vivía un momento muy  importante. Por la noche subía gente de todos los lugares de alrededores e incluso de todos los barrios de Bilbao. Coincidió que en Balmaseda como en el resto de Euskadi, entró mucha droga. Aquí paraba gente que alucinabas, de todos los lados y muchos de ellos armados, con bolsas de deporte con escopetas, para defensa…Nosotros no damos la talla en comparación de la generación anterior. Aquellos estaban muy locos”. Pero Balmaseda se va quedando pequeña, para una generación que mira más allá y Bilbao pasa a convertirse en un nuevo punto de encuentro. La calle Sanfrancisco es el epicentro de drogas, delincuencia, marginación… ”La primera vez sientes desconfianza, la misma desconfianza que sientes al visitar un lugar nuevo. Has oído muchas cosas de ese lugar, cosas malas… Pero no tiene nada que ver, ir antes a Sanfrancisco con ir ahora. Antes había una mina donde ahora hay un barrio como Miribilla, hay gimnasios, tiendas de arte. Aquellos tiempos eran diferentes a los de hoy. Hoy te comen… Actualmente es peor que antes. Veo estado policial, tu vas a la Gran Vía y no ves tanta policía y allí es donde están los grandes ladrones”

Si hay una palabra que aúne a todas las demás. Esa es la palabra droga. La droga entra en su vida desde muy temprana edad. De hecho la droga campaba a sus anchas por las calles de la villa, cuando su generación no hacía sino comenzar sus primeros pasos “La generación anterior, tenía una gran influencia del Hipismo. Consumían derivados del tripi y el LSD. Ellos eran del amor libre y nosotros no”. Con una mirada, ligeramente hundida nos recuerda sus comienzos con la droga “Se empieza siendo un chavalillo, como todos los que empiezan. Al hilo de los comienzos, recuerdo un caso que aun a día de hoy me pone la carne de gallina, subía yo a por droga a un piso y en la oscuridad del portal, me tropecé con algo que había en el suelo. Miro y era un niño de no más de doce años, con una jeringuilla pinchándose heroína. Me puse enfermo”

Las drogas condicionan la vida de nuestro protagonista hasta nuestros días “El problema de la droga es que te lleva a hacer otras cosas. Tienes que robar, para drogarte. Si te pillan te vas a la cárcel y en la cárcel se mueve más droga que en la calle. Todo va correlacionado, la droga te lleva a robar es una espiral de delito y droga, droga y delito.” Nosotros insistimos. Hay gente que lo abandona, hay gente que cambia de rumbo y deja atrás las drogas “Dejarlo.  Gente que ha salido… Si la mayoría al cementerio. De lo otro pocos. La teoría de dejarlo es muy fácil. Todos lo decimos, pero todos seguimos con la jeringuilla en el bolsillo…La teoría es sencilla, pero es muy complicado” Si pero existen centros de desintoxicación, tratamientos con Metadona… ”Existe lo de la metadona, que es un derivado farmacéutico líquido que se ingiere, pero para que te lo den tienes que entrar en un programa antidroga donde te controlan y si consumes en la calle te echan. Además, en los centros se traficaba también. Conozco funcionarios en centros de desintoxicación de mañana y camellos de cocaína de tarde”

Los minutos vuelan y la tarde se va consumiendo, los personajes de este relato se entremezclan cual película de Eloy de la Iglesia. Los chatarreros, el cholo, el Lute, Carlitos, Chita, el Búfalo, el Chogüi… Muchos de ellos ya desaparecidos y entre todos un nombre que brilla con luz propia. Estrella, una mujer, de esas a las que era imposible resistir la mirada y no girarse a su paso. Jose frota su cara con las manos, como si acabara de despertar. Su mirada se reblandece y busca refugio en el horizonte. Estrella fue su novia y como tantos compañeros de viaje, abandonó el camino bastante más temprano de lo deseado “Estrella fue una de esas personas que te marcan…” No hay más palabras.

 A cada nuevo relato, un nuevo desgarro emocional. Estamos tratando de acercar al balmasedano de a pie, la experiencia de una persona muy cercana en lo geográfico, pero muy alejada en la aceptación social, pero sus experiencias superan lo dramático “Entiendo lo que buscáis, pero es muy difícil transmitir estos sentimientos, estas emociones… ” .

 

El siguiente tema cae como una losa. La cárcel. Infinitas condenas, infinitos centros penitenciarios… La reflexión es obligada: ¿Conseguirá  la privación de libertad su objetivo de reinserción? “La cárcel es la universidad del crimen, entras por un delito y sales conociendo todos”. Carabanchel, Basauri, Puerto de Santamaría… ¿Habrá diferencias? “Las cárceles son todas iguales la diferencia son los grados, en tercer grado sales a la calle, en segundo grado tienes algún privilegio dentro y en primer grado estas jodido. Yo he estado en todos los grados y una cosa si te voy a decir: Hay mejor gente dentro de la cárcel que fuera. He hecho más amistades dentro que fuera. La gente piensa que hay bandas pero son familias que se protegen. Cada uno va a no tener problemas con nadie, respetando para que te respeten, aunque al principio hay que hacerse respetar. Si un día te dejas amedrentar por uno, al día siguiente los 4 o 5 que lo han visto te van a tratar igual. Todo es adaptarse. No te queda otra”. Jose es un tipo duro, la vida lo ha hecho así, pero su mensaje es siempre positivo “A veces no puedes evitar el enfrentamiento. Enfrentarse no es lo mismo que pegarse, aunque acabes haciendo lo mismo. Pero una cosa si quiero dejar clara: Con violencia no vamos a ningún lado. Yo me quedo con lo positivo siempre, incluso en la cárcel, donde todo es mucho más lento y le das muchas vueltas a la cabeza, entre todas las cosas malas que te pasan ahí dentro, también aprendí a reflexionar”. A pesar de sus consejos sobre la violencia,  Jose es una persona acostumbrada a llevar armas desde muy temprana edad “La evolución de la tecnología es como la de las armas, señala el ipod con el que grabamos la entrevista, empiezas con una navaja y acabas con armas de fuego… Las peleas de navajas no existen son puñaladas y generalmente por la espalda… Pero siempre hay que tener una ética personal. Las navajas hay que agarrarlas por la hoja para limitar que solo pinches un par de centímetros. Las armas hay que dispararlas solo para disuadir pero no para hacer daño. Yo he pinchado y me han pinchado. He disparado y me han disparado, por eso se de primera mano que la violencia es mala compañera”

Hablamos de los momentos malos, de los bajones… Jose nos cuenta que en la cárcel cualquier detalle te lleva fuera de los muros. Recuerda unas fiestas de Bilbao, escuchando los fuegos artificiales desde la celda en Basauri e imaginando los colores, el ambiente de las calles Bilbaínas “Se pasa mal”. Concluye. “Hay veces que te hundes, que tiras la toalla, pero esto no os lo cuento os lo enseño”. Jose se levanta las mangas de la camisa y nos enseña dos profundas cicatrices en sus muñecas. El tiempo se para. Escuchamos asombrados y emocionados su relato, sin dejar de mirar sus brazos “La mayoría de la gente, se corta las venas y llama al carcelero. Yo no. Yo según entré y se  cerró la puerta, le di una hostia al cristal y me corté en los dos brazos. Yo no soy como los demás que se cortan y llaman al guarda. Yo me tumbe hasta el día siguiente y me encontraron a la hora del recuento, sobre un charco de sangre. Pero, aunque sea difícil de explicar, aquí estoy”

 

Nuestro protagonista va acumulando condenas, hasta que por fin es condenado a dieciséis años de cárcel. Cumple la mitad de la condena en el Puerto de Santamaría y por fin regresa a casa. Nos interesa el regreso, sus sensaciones al regresar a la Villa “Ponte en mi lugar. Con 8 años de cárcel sin noticias de casi nadie ¿Me esperaba yo algo de alguien al volver? Me he encontrado con lo que esperaba encontrarme”. Esta entrevista, precisamente, busca saltar las barreras de la exclusión y transmitir unas vivencias a una mayoría social que da la espalda a este tipo de  experiencias “Habláis de exclusión social. La exclusión social existe pero existe en todos los ámbitos o acaso ¿No convivís vosotros en Balmaseda con africanos, gitanos...? Todos tenemos esa convivencia y cada uno sabrá cómo se relaciona. Lo que hay es mucha hipocresía en todo el mundo. Todo lo que no sea igual que tu es malo; El que no va a misa es un demonio; el que lleva la camiseta del real Madrid también… Pero también entre los nobles y ricos hay buenos y malos. ¡Que no se nos olvide!”

Sabias palabras han acompañado nuestra interesante tarde junto a Jose Gil. Antes de apagar la grabadora, no queríamos despedirnos sin otear el Futuro, el general y el suyo personal  “El futuro lo veo como vosotros. Tengo ilusión de que se arregle todo para todos, para los que vienen por detrás, porque realmente la situación económica es muy jodida y los políticos no hacen más que desprestigiarse unos a otros. En lo personal, solo pido estar tranquilo, aguantando, resistiendo… Paso de complicarme. Quiero respetar y que me respeten y solo deseo cosas buenas para todos. A mis enemigos también y que no se mueran”

Hablamos de las secuelas físicas y psíquicas que le han quedado en esta batalla a contracorriente. Emocionado nos confiesa que la vida te pone en tu lugar cuando eliges los caminos equivocados “Pero lo peor de todo son las hostias que tu das a los que te quieren, el dolor que tu causas…Eso es lo verdaderamente duro lo que tú haces sufrir…Porque tu vives el momento pero los demás están ahí sufriendo…” Notamos un cierto arrepentimiento, una sensación de haber fallado a alguien, pero radicalmente lo corta de raíz “No creo que haya fallado a nadie. Estáis empezando a ser negativos. En el fondo todo tiene una explicación, todo tiene una consecuencia…Y la droga es mal compañera para todas las personas. Un consejo sí que quiero dar a las generaciones futuras, a los chavalillos que tienen un gramo de speed en el bolso y nunca les faltan 50€ ¡Que piensen las cosas, antes de hacerlas! ¡Que van a acabar mal! ¡El que mal anda, mal acaba!… ¡Escríbelo!”

Jose Angel Gil Fernández, un hombre que como un salmón recorrió parte de la vida contracorriente. Sufriendo y haciendo sufrir, pero que jamás recurre a la excusa a la hora de mirar atrás “Pensando en lo que he hecho sufrir, no sirve de nada echarse las manos a la cabeza. Lo hecho hecho está… Ahora me muero y sufren. Vivo y sufren…”

Nos despedimos, recordando su infancia. Sus ojos se agrandan y su semblante se ilumina, nos recuerda al niño que fue cazando grillos, bañándose en el rio… Y así lo dejamos, convencidos de que está no será la última vez que nos paremos a charlar con Jose. Mientras nuestras figuras se pierden entra cantones, pero su voz, sus consejos, sus experiencias… Nos acompañarán durante mucho tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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