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DOS HOMBRES Y UNA LEYENDA.

D   Desde tiempos inmemoriales las montañas son un lugar especial de culto. Ese acercamiento natural a los dioses ha hecho que en las cimas de nuestros montes, proliferen construcciones que invocan esa espiritualidad. Desde santuarios a pequeñas ermitas, pasando por símbolos como la cruz del Gorbea.

 

   El monte Kolitza protagonista involuntario de esta historia también tiene en su cima un lugar de culto. La ermita de San Sebastián y San Roque de la que si bien no se sabe con certeza si fue construida en el siglo XIII o XIV, si sabemos que ascender hasta ella deja sin resuello al más pintado, y es que a pesar de no tener una altura excepcional las últimas rampas son de gran dureza.

 

   Una de esas paredes de estilo protogótico de la ermita supone el ecuador al sufrimiento extremo de las personas que intentan subir y bajar en un tiempo fuera de lo razonable para la mayoría de los humanos. Las mismas paredes que se quebraron durante la batalla del Kolitza en el año 1937, que fueron restañadas en el año 1949 y que un día de alguna primavera buscó tocar angustiado Francisco Rodríguez.

 

   En un principio la ermita estaba destinada únicamente a la veneración de  San Sebastián y al casi siempre olvidado San Fabián, pero tras las pestes que asolaron la villa en el siglo XVI se incluyó a San Roque, que fue un peregrino que nació  en Montpellier y que dedicó su vida a los infectados por la peste. Un luchador o tal vez un loco como esos que dejan parte de su existencia, y de sus últimos suspiros en superar marcas imposibles por definición.

 

   En Euskadi de manera especial se mantuvo esa pasión por ascender  montañas, lo religioso  mutó hacia lo deportivo, y eso en combinación con el gusto por las apuestas, hizo que hoy podamos contar esta historia. Ya podemos adelantar que Francisco no buscaba batir ningún record, sino ganar una apuesta que se fraguó en uno de los establecimientos míticos de la villa, el bar “La cabaña”.

 

  Cierto es que la marca fue superada por Adelino Santos una década después por unos escuetos 6 segundos, tras varios intentos. En junio de 2006 el mexicano Ricardo Mejía, establecía un tiempo de 53' 24''. El propio azteca fijaba en 2007 una marca de 53'07'' en su duelo con el  italiano De Gasperi, que fue capaz de fulminar el crono deteniéndolo en 51'29''. En el verano de 2008 un nuevo desafío entre el catalán Kilian Jornet (53'15'') y de nuevo el corredor transalpino, que nos dejó el record actual de la prueba con un estratosférico tiempo de 50'42''.

 

   Las marcas mencionadas conseguidas por algunos de los mejores especialistas del planeta tienen un gran mérito, pero quizá no serían lo mismo sin la hazaña que se consiguió en aquel lejano 1960.

 

   En cualquier caso no son las marcas logradas, sino la parte más humana de lo que allí sucedió un 8 de mayo de 1960, lo que nos trae a este rincón de nuestros cantones.

 

   Ahora tenemos el gusto de presentar la otra batalla que libró Francisco, porque este hombre ya curtido por la vida se presenta ante nosotros para contarnos sus sentimientos, sus momentos más difíciles y el porqué de aquella maravillosa locura. No nos encontramos ante una persona que alardea de lo que consiguió, sino de cómo pesaron sobre sus hombros las responsabilidades que derivaban del envite.

 

   56 años después llamamos a la puerta y nos encontramos al mismo dúo de fe inquebrantable, Francisco acude acompañado del mismo hombre, entonces apenas un chaval, en el que se apoyó para realizar la gesta. Sin duda otro hombre de record, José Ignacio Larrinaga, “El rápido”, vinculado al deporte durante toda una vida.

 

   Al juntarles se puede ver que se procesan  respeto y admiración a partes iguales.

 

   La historia, como no, apasionante.

 

   Francisco tenía apenas 33 años, aquel 8 de mayo de 1960. Jose era un joven que comenzaba a dar sus pasos en el mundo de la fisioterapia. Hoy 56 años después, sus ojos nos transmiten el juvenil brillo de aquella hazaña y sus gestos, anécdotas, comentarios y detalles nos hacen creer que el tiempo apenas ha pasado. La primera incógnita por desvelar es obvia… ¿Qué? ¿Por qué? ¿Como surgiría la idea del record? 

   Francisco toma las riendas “Bueno, en verdad nunca intentamos hacer un record. La idea era subir y bajar a Kolitza en menos de una hora. Todo empezó en el bar La Cabaña. En aquel bar, nos juntábamos  muchas personas. Los de la Venta el Sol siempre íbamos allí y un día empezaron a discutir a cuenta de… ¿En cuanto se podía subir hasta la ermita? Uno decía que el Padre de Minguín era el más rápido, otro que si yo subo en tanto, que sí yo en cuanto… Total que acabaron diciendo que el que conseguía subir en una hora era buenísimo. Claro, yo era el guarda y estaba acostumbrado a andar todos los días por el monte ¡Con la cantidad de veces que he ido yo por allí! Y total que les dije que yo subía y bajaba en menos de una hora. Entonces se montó una… Me llamaban de todo… Fanfarrón, que si era imposible… Y para cuando nos dimos cuenta ya había más apuestas que en un partido de pelota… ¡Aquello era imparable y al final, acabo siendo un reto!

 

   Nos recuerda, aquellas primeras películas del cine vasco, con tremendos desafíos entre hombres muy fuertes y atléticos pero que no eran profesionales “Cuando aquello era muy típico” Nos comenta Jose “Yo recuerdo una que organicé en el bar, con el difunto Fernando Arisketa y Txetxu Cañibe. Siempre estaban metiéndose el uno con el otro, Cañibe venía al bar y siempre le llamaba borrachón y Fernando le decía -borrachón sí pero si echamos una carrera en bicicleta a dar la vuelta Zalla yo te gano- Así que fui a la imprenta y prepare el desafío. Estaba la plaza abarrotada. Yo en la puerta del portal, donde tengo ahora la lonja, dándole masajes con mosto… Una expectación increíble. Total que empezaron y fue todo un éxito, pero a mitad del camino se retiraron”

 

  Eran tiempos donde sin televisión y sin apenas medios, la diversión estaba en la calle. No es de extrañar entonces que el acontecimiento tuviera una grandísima repercusión local “Se apostó muchísimo ”, Apostilla Francisco, “La mayoría eran pequeñas apuestas pero hubo una muy importante. Tomás Lavín, se iba a comprar un piso en el Nocedal y se picó con Sabino el carnicero. Sabino tenía mucho dinero y Tomás tenía lo ahorrado para el piso, treinta y tantas mil pesetas”

 

  Una auténtica barbaridad de dinero, en aquel entonces “Pues sí. Yo era muy amigo de Tomás y él me dijo que iba a apostar el dinero del piso por mí. Entonces le dije que antes de apostar que me dejara probar a ver y que ya le diría”

 

   Suponemos que probar y entrenar ¿No? “Esta es la parte épica de la historia y con la que todo el mundo se echa las manos a la cabeza. Yo nunca había corrido y mucho menos entrenado”

Nuestras caras, delatan un asombro de magnitudes inalcanzables, mientras nuestros dos protagonistas se observan con la sonrisa a medias. No es la primera vez que les pasa. Para ellos no es novedad dar detalles de un hecho que roza lo increíble. Jose rompe el silencio “Francisco era un superdotado. ¡Mirad!… Yo soy de Balmaseda. He nacido aquí y siempre he vivido aquí. Por mis manos han pasado todo tipo de personas. Pero como Francisco… ¡Como Francisco ninguno!”

 

   Francisco nos observa con una mirada limpia y continua “Yo no había corrido como deporte, de verdad, ¡Nunca! Yo no entrenaba absolutamente nada. Mi entrenamiento era el día a día” Podría parecer insólito pero el día a día de un guarda forestal era una auténtica paliza “Nosotros casi todo lo hacíamos andando y a veces corriendo. Si había fuego tenías  que correr y eso si os voy a decir. Yo siempre llegaba el primero. Además recorríamos muchas distancias porque mi superficie de trabajo abarcaba muchas hectáreas. Entonces andabas muchas horas para arriba a un pinar que iban a cortar; para abajo a apilar madera a otro sitio; en bicicleta hasta otro pueblo y para arriba a un fuego. No entrenábamos, pero no parábamos”

 

   Francisco nos relata mil y una aventuras de su día a día como guarda, hasta que finalmente, entre risas, nos resalta una nueva anécdota laboral, esta vez de la misma víspera. “El día anterior a la prueba, el ingeniero Víctor Torres de Pamplona había venido con 20 obreros de Andalucía, concretamente de Ubrique y me dijo que por favor les enseñara cómo tenían que cortar y apilar los pinos. Ellos estaban por la zona del Pobal y yo bajé en bici desde casa, con una Orbea y cuando volvía, me encontré con uno de Sodupe, uno que por aquel entonces competía. Eran dos hermanos, no recuerdo ahora el nombre. Total que nos picamos y veníamos como locos. Entonces a él se le escapó la cadenilla en el Arenao y yo le ataqué. Eso le enrabietó más aun y tiró hasta que me cogió. Lo decidimos todo en la subida a Avellaneda y allí acabó ganándome. Pero… ¡Ay cuando llegue a casa! Entrando por la puerta, me di cuenta de la paliza que me había dado; de que estaba reventado y al día siguiente tenía que correr a las 8 de la mañana”

 

   Nosotros insistimos, habida cuenta de la magnitud de las apuestas, algo, aunque fuera poco, si que se entrenaría cuando menos para tomar referencias de los tiempos . “Ya os he dicho que mi entrenamiento era el día a día en el trabajo. Un día estaba yo echando un vivero en la Herbosa y quise probar. Recuerdo que me bajo en una Lambretta José Miguel, hasta Balmaseda y allí todo el mundo me hablaba de todas las apuestas que había ya. Entonces arranqué. Yo tomaba dos referencias: Un tiempo en Calleja Marina” Nos miramos descolocados “¿No sabéis donde está? Pasando Pandozales, subes a los robles y en el siguiente rellano cruza un regatillo ¡Pues allí¡ Y el otro tiempo que tomaba era en el cortafuegos. Total que tomé mis referencias y llegué a la plaza los fueros en 58 y pico. Al domingo siguiente lo volví a intentar e hice 56 y pico. Lo había bajado casi 2 minutos y dije ¡Ahora sí! ¡Ahora sí que lo puedo hacer! Entonces le dije a Tomás -Adelante. Lo conseguimos fijo. Apuesta las treinta y tantas mil pesetas-”

 

   ¿Y eso es todo? La mayoría de los Balmasedanos que lo han intentado han pasado muchos meses entrenando, haciendo series, cuidando la alimentación y casi nadie ha conseguido ni tan siquiera acercarse “Bueno… Un día estuve entrenando en el campo de fútbol, para ver cómo me las apañaba corriendo. Recuerdo que estaba Peña que jugaba de Medio en el Balma y estaba lesionado y él me cronómetro. 25 vueltas a la Baluga, en 24 minutos y entonces dijimos, pues la siguiente vamos a hacer 100 vueltas en 100 minutos y así fue”

 

   Charlamos entorno a las características de los nuevos plusmarquistas que han rebajado el tiempo de Francisco. Todos ellos profesionales, con grandes medios, patrocinadores, equipos… Francisco nos cuenta con qué medios contaba “En aquel entonces, no había calzado, no había playeras… Yo le dije a Luis Dapena -¿Ya me podrías dejar unos zapatos para correr?- Y Luis me dejó unos zapatos que eran enormes” Jose nos aborda con todos los detalles “Tuvimos que meter algodón en la punta y llevarlos donde Epi el zapatero para que nos pusiera unas pilis. Luego las rayamos para que no patinaran y les colocamos unas badanas en las puntas y en los talones. Ingeniería de supervivencia”

 

   Francisco sonríe. Los recuerdos son tan nítidos que ambos parecen revivir el día de la prueba. “Cuando nos juntaron a Ricardo Mejía y a mí” Nos cuenta Francisco “Yo les dije una frase que les hizo mucha gracia. Les dije -Las zapatillas eran tan grandes que cuando yo llegué a la ermita de San Roque, los zapatos ya llevan 10 minutos arriba.” Jose nos intimida con una mirada seria, los que le conocemos sabemos que alguna broma o chiste está al caer “¿Por qué piensas que Francisco no jugaba al futbol? Porque los zapatos se le metían en fuera de juego”

 

   En la foto Francisco aparece uniformado con camiseta de tirantes y una curiosa publicidad “Frutería el Volante”… “La camiseta era de Platillerito. Pero no me pagó. No nos dio nada… Bueno unas naranjas.  Plati llevaba muebles a Valencia y luego volviendo, traía el camión lleno de naranjas. Por eso lo de -supermercado el volante-  El único que me echo una mano fue Jose.”

 

   Una amistad que persiste a través de los años y que podemos apreciar en cada segundo que compartimos con ellos. Anécdotas, risas, vivencias… “Con Jose, fuimos a un médico nutricionista para que me controlara un poco la alimentación. Total para nada, porque el día de la prueba, yo le dije a mi madre -Póngame una chuletilla para desayunar y así tendré más fuerza- El día de la reunión, con Mejía no dije nada porque se iban a echar a reír todos. Llegó el día de la carrera tenía la chuleta trabada aquí (Se señala al pecho) ¡Esa no bajaba ni con café con leche!”

 

   Por lo que vemos Jose intentó llevar las cosas a su terreno y darle un toque de profesionalidad incluyendo fisioterapia, nutricionista, cardiólogo… “Sí. También fui donde un médico. Un cardiólogo que llevaba todos los deportistas de Bilbao. Se llamaba  Uriarte y ha sido uno de los mejores médicos en su campo. Cuando me miró, me dijo -He hecho miles de reconocimientos y tú eres de los mejores. Tienes unas facultades tremendas-"

 

   Pero si hay un hecho que verdaderamente, dotó de profesionalidad al evento y le convirtió en la prueba tan reconocida que ha llegado a nuestros días… ese fue el hecho de contar con cronometradores oficiales. “Los cronometradores eran tres. Entre ellos iba Riancho que estuvo de presidente de cronometradores muchos años. Era médico y estuvo en la Vuelta a España de jefe de cronometradores.” Francisco vuelve a sonreir, otra anécdota ha llegado a su cabeza “Tres o cuatro años después del record, me dijeron para ir a ver la Vuelta a España a Los Tornos. Y casualmente pasaba en coche oficial Riancho y me reconoció. Estuvimos un rato hablando y me dijo que se acordaba mucho de mí y que ese récord iba a costar mucho superarlo. Pero luego se puso serio y me dijo que no sabía correr, que había corrido dos o tres kilómetros de más y es verdad” Francisco se levanta y riéndose nos muestra su forma de correr “Yo corría hacia los laterales y ponía el pie totalmente torcido, en lugar de correr hacia adelante. En cada zancada perdía muchos centímetros”

 

   Y llegó el día de la prueba ¿Cómo se afronta un reto tan importante? “Jose me había dicho que para calentar, bajara trotando desde la Venta el Sol, pero estaba tan cansado del día anterior por lo de la bici con el de Sodupe… Que me bajó Jose Miguel en la Lambretta. Abajo Jose me preparó bien, tanto muscularmente con masajes y friegas cómo anímicamente, dándome ánimos y consejos.”

 

    Finalmente la hora llegó. Las 8 de la mañana del 8 de mayo de 1960. Un día que pasaría a la historia y sobre el que nuestro protagonista recuerda todo con milimétricos detalles “Lo primero que recuerdo es la cantidad de gente que había. Me puse incluso un poco nervioso”

 

   Salida con sorpresa…

   “Yo no había vuelto por el terreno en toda la semana, con tan mala suerte que habían echado el asfalto nuevo hasta Pandozales y la grava me patinaba. Me acuerdo que Pepín el Torpe me decía –¡Vete por la orilla! Pero con el rocío también me patinaba”

 

    Las primeras dudas…

   “A la altura del Pájaro, me quise retirar, porque salí muy acelerado y me esforcé mucho con la grava, pero pensé -Buena se la hago a Tomás. Le pierdo la apuesta y el dinero del piso- Y entonces continué con fuerza”

 

    Primera caída…

  “Donde el Pastor en Pandozales, me patiné con la gravilla y se me fue el pié. Allí estaban los cronometadores con el coche de Fabio Murga y me gritaron 8´25´´ Entonces me levanté y seguí corriendo”

 

   Primeras referencias…

   “Al llegar a Calleja Marina, comprobé en mi reloj que iba peor que las otras veces. La subida hasta los Robles me había castigado mucho. Así que me propuse recuperarlo en el tramo siguiente y le di muy fuerte, con todo lo que tenía. Al llegar al cortafuegos había recuperado lo perdido y todo iba según lo previsto. Eso me tranquilizó y a partir de ahí todo fue más fácil”

 

   Todo en mi contra…

   “Subiendo el cortafuegos, había mucho viento sur. Yo no hacía más que pensar en las contrariedades: El viento, la grava… Pero al llegar arriba había 30 o 40 personas en la ermita y eso me volvió a dar fuerzas”

 

    La bajada…

  “Bajé como una bala pero… ¡Tenía una sed! En Campa el Espino me dió un trago de Coca Cola Pantaleón el del Mazo, pero a la altura de Pandozales me moría de sed ¡Sed de agua! Porque allí me salió Txonta con un tanque de sidra.”

 

    La clave…

   “Para mí la clave estuvo en la subida y bajada del cortafuegos. Para que os hagáis una idea el mejicano (Mejía) subió y bajó el cortafuegos en 12:59. Yo le saqué casi un minuto, subiendo y bajando el cortafuegos. ¡Yo!” Afirma orgulloso.

 

    La llegada…

   “Yo después de darme las referencias en el cortafuegos, sabía que llegaba fijo a bajar de la hora. Así que me quité mucha presión. De hecho rebajé las marcas de los otros días e hice 55 minutos y 41 segundos, pero sin ninguna intención de batir el récord. Sólo quería bajar de la hora” Jose apuntilla “Nosotros no nos imaginábamos la repercusión que iba a tener. De haberlo sabido habríamos guardado algo, aunque fueran las zapatillas, para que las hubierais visto”

 

   Suponemos que la persona más feliz del mundo sería en aquel momento tu amigo Tomás Lavín después de haber ganado semejante apuesta “¡Calla, calla! Eso fue lo más gracioso de todo. Sabino se había vuelto atrás con la apuesta. Alguien le había contado que yo estaba capacitado para hacerlo. ¡Yo no fui. Yo no dije nada! Pero alguien se lo dijo y finalmente se retiró. ¡Fíjate tú! Cosas de la vida, si yo lo hubiera sabido me habría retirado y nos habríamos quedado sin ese récord, durante tanto tiempo, pero en fin ¡Ahí quedó"!

 

   Al final eso es lo importante. Con apuesta ó sin ella… El record quedó ahí y siempre será un hito atemporal “La verdad que sí. Yo ahora mirándolo con perspectiva recuerdo que todo el mundo me decía, que la clave de todo era una buena alimentación y un buen calzado y ahí tienes yo con unas zapatillas enormes, con una chuleta en el cuerpo y sin apenas entrenamiento lo conseguí. ¡Yo iba a la contra de todo"!

 

   Después de haber conseguido una gesta tan importante nos sorprende que no hubiera una continuidad por esa senda… Más carreras o por haber intentado batir el propio récord de nuevo “Sí que hicimos algo. Jose me llevo al de poco tiempo a batir el récord de Llodio a Bilbao. Una carrera nocturna, muy típica en aquel entonces, pero yo no conocía el terreno y según salí me perdí 6 o 7 minutos hasta que encontré el camino. Al final llegamos a Bilbao y había perdido ese tiempo 6 o 7 minutos. Así que cerca le anduve. El récord de Kolitza no lo volví a intentar porque me fui para Orozco. Allí sí que hice otro reto -desde el puente de Orozko hasta la iglesia de Santa María- Subí y baje en 23 minutos. No sé si es mucho ó poco, pero corrí como un galgo."

 

   Nosotros insistimos, dadas las cualidades de Francisco podía haberse planteado dedicarse a ello de una manera profesional “Cuando aquello no había patrocinadores y al final había que ganarse la vida. Uno tenía que trabajar y había que elegir trabajar ó correr y yo elegí trabajar” José Insiste “Yo no me cansaré de repetirlo. Francisco es un superdotado. No hay más que verle ahora con casi 90 años y cómo está. Francisco marcaba diferencias hasta en la llegada. Francisco llegaba y no parecía ni cansado. No respiraba fuerte, ni rápido… Te lo digo yo que estuve allí en la salida y en la llegada tanto en el récord de Kolitza, cómo el de Llodio. Hoy en día les ves y se les salen los ojos cuándo llegan. Nosotros seguíamos charlando tan tranquilamente” Francisco asiente “Sí eso sí que es cierto, yo no necesitaba tiempo para recuperar” Además concluye Jose entre risas “Si nos hubiéramos dedicado a ello Plati nos habría tenido que dejar el camión de naranjas y ¡A ver cómo llevaba los muebles!”

 

   Finalmente llegaron otros y el récord acabo siendo superado. Tras muchísimos intentos, tanto locales, como foráneos 10 años después Avelino Santos lo consiguió. Francisco clava una lanza en su favor “¡Sí, sí! Pero con zapatillas de clavos, para no patinar” Jose se acerca y le susurra con complicidad "Francisco ¿Tú para qué querías zapatillas, si no tocabas el suelo?”

   “Yo a lo que me refiero” continúa Francisco “Es que todos los que han venido después, han tenido muchas más ventajas que yo. Recuerdo que con Mejía había gente en puntos estratégicos dándole bebida y suplementos. Algunos Iban con zapatillas de clavos. Los equipajes eran totalmente diferentes y esas son cosas muy importantes” “Y otra cosa” Matiza Jose “Cuando aquello, no había pistas. Eran caminos muy estrechos. Sólo se podía subir andando. De hecho los primeros que subieron en vehículos fueron Pauli y Arregui con las montesas, pero todo lo demás eran caminos de ganado muy estrechos. Eso también es una desventaja”

 

   No cabe duda de que han sido muchos los que lo han intentado… Fermín Pereda “Guadaña”, El Tigre de Montaño, Carmelo Uria, Pedro Galarza, Maguna, Fontecha, el Minino y tantos y tantos de una lista interminable, pero ninguno ha conseguido superar la marca de Francisco… Pero el mero hecho de intentarlo, de tomar la referencia como el tiempo a batir, es lo que ha conseguido convertir esta marca en leyenda.

 

   Nos despedimos de estas dos figuras, alabando su enorme gesta… Jose toma la palabra “¡Yo no he hecho nada! Tuve la gran suerte, de estar cerca de este gran hombre, cuando hizo una auténtica hazaña. Lo que yo veo ahora, es que cada vez que viene alguien a batir el récord… Hay tanta prensa, tanto bombo, tanto dinero, tanto patrocinador y a mí me alegra mucho, porque los tiempos han cambiado… Pero lo que me fastidia, es que no sé reconozca, la que para mí es la hazaña más grande. La hazaña de Francisco”

 

   La tarde y nuestra velada, llegan a su fin. Una vez más comprobamos que no es necesario ir muy lejos para encontrar auténticos héroes… Personas con las que cualquier día nos cruzamos, cómo no, entre cantones.

 

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