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El inicio de un nuevo siglo.

Es difícil en un mundo globalizado como en el que nos movemos que un negocio familiar se pueda perpetuar a lo largo de un siglo. Basta darse un paseo por cualquier ciudad para comprobar como las grandes multinacionales van fagocitando la primera línea del espacio comercial sin piedad alguna. En los últimos años los periódicos se hacen eco del cierre de puertas de comercios que eran parte de la historia de las ciudades.

Desde este rincón virtual en el que nos gusta recordar lo que pasa en nuestra villa pero sobre todo lo que pasó, nos vienen a la memoria establecimientos míticos que van desapareciendo. Aquellas tiendas de ultramarinos con las que contábamos en los barrios y en las que se podía pagar o dejar apuntado en el cuaderno.

Fotografías en blanco y negro de cuadrillas bajo los sudorosos jamones que colgaban  en el Bar El Sabugal o de parejas que cortaban espada en mano su tarta nupcial en el Restaurante El Cocinero de la Calle La Cuesta. Algunos todavía hoy alaban las alubias que se comían dónde Plati, otros, nos acordamos melancólicos de cuando el horno de Múgica impregnaba la madrugada con un aroma sublime,…

Por todo lo expuesto anteriormente, porque además los de entre cantones debemos de tener ese punto romántico, nos alegramos sobre manera de que la Relojería Antonio  De Francisco siga siendo algo muy vivo en nuestra villa. Desde aquí nuestro agradecimiento por el trabajo bien hecho y el mejor de los deseos para este siglo que acaba de comenzar.

Sin más dilación les dejamos con la historia de una familia tal y como ellos nos lo han contado…

RELOJERIA ANTONIO DE FRANCISCO. UN COMERCIO CENTENARIO.

- CUANDO HABIA QUE INVENTAR LOS RELOJES -

 

Eugenio de Francisco García nació en Béjar (Salamanca) en 1891. De chaval fue de pinche a aprender el oficio de relojero en Plasencia (Cáceres). Como aquí con el mueble, el aprendía, trabajaba y  hacía los recados a cambio de cama y comida. De los años que estuvo de aprendiz contadas fueron las ocasiones en que pudo recorrer los 60 kms que separan Plasencia de Béjar.

 

A Eugenio le tocó la mili en África, en el tiempo en que España y Francia ocupaban Marruecos y los marroquís se defendían fieramente de unos soldaditos que no sabían ni cómo funcionaba un fusil. Ante esta perspectiva se presentó Eugenio ante su progenitor:

- Padre, me ha tocado la mili en África.

- No te preocupes hijo, que otros han ido y han vuelto.

No sabemos si por el ánimo infundido por su padre o por pura suerte, él volvió.

 

Su padre, Benito de Francisco nació en Ezcaray (La Rioja) y trabajó en una importante industria textil cuyos pabellones se encuentran aún a la entrada del pueblo. Se trasladó a Béjar a seguir trabajando en las fábricas de mantas que allí había. La rareza era que un hijo se quisiera hacer relojero, por que otro, Juan Antonio, se dejó seducir por los cantos de sirena de una fábrica textil muy nueva, La  Fábrica de Boinas La Encartada de Balmaseda, que acababa de instalar una línea de fabricación de mantas y necesitaba especialistas. Así Juan Antonio de Francisco vino a Balmaseda, las condiciones de trabajo eran mucho mejores que en su pueblo natal, aquí tenía, trabajo, vivienda, huerta y luz eléctrica. Un auténtico lujo para un obrero de principios del siglo XX.

 

Así que Eugenio acabó la mili en la guerra de África en 1916 y se trasladó hasta Balmaseda, a visitar a su hermano, antes de establecerse como relojero en Aranda de Duero. Lo que pasa es que aquí le comenzó a llover trabajo y aquí se estableció.

 

En 1918 Eugenio de Francisco fue nombrado relojero municipal, tras la renuncia por edad de Abasolo, el anterior encargado de los relojes de San Severino y San Juan. En septiembre de 1918 Eugenio se fue a Béjar, a las Fiestas de Nuestra Señora del Castañar, en el tren coincidió con otra residente en Balmaseda, Marina Ortiz Castillo, que iba a León a meterse monja. El uno se quedó sin fiesta y la otra sin monasterio, porque con el tracatrá del tren nació el amor.

 

Eran aquellos primeros años los tiempos del torno, cada vez que se rompía la pieza de un reloj había que hacerla y ajustarla a mano, no había repuestos ni nada parecido. Entre relojes de pared, despertadores y relojes Roskov de Bolsillo pasaba la vida del relojero, cada cinco días subir a dar cuerda al reloj de San Juan y cada siete al reloj de San Severino. Como llegado a este punto no se cual es aún el interés de los lectores, diré que para dar cuerda había que subir unos contrapesos, que se iban desarrollando a medida que el reloj avanzaba. Siendo máquinas similares, al reloj de San Juan le duraba menos la cuerda por que la torre es más baja.

 

- EL RELOJ DE LA COMUNION Y EL DE LA BODA -

 

Antonio de Francisco Ortiz nació en Balmaseda en 1922. A través de su vida vio el avance de la relojería del torno de la que antes hablaba al reloj digital. Antes de ir a la mili destacó por hacer belenes de movimiento, cogía máquinas de despertadores y hacía figuras de cera a las que dotaba de distintos movimientos. Cada vez que enseñaba el belén se tenía que meter debajo de la enorme mesa que lo albergaba en la trastienda y dar cuerda a las más de 20 figuras que lo componían, de forma que cuando acababa de dar cuerda a la última, tenía que volver a la primera, que ya se le había acabado. La guerra le pilló de telegrafista con quince años, nunca olvidó el código morse, que tan útil le fue aquellos años. Tuvo la suerte de no tener que ir al frente, pero sin embargo se comió cuatro años de mili y para hacerla más llevadera pudo elegir ser relojero en el acuartelamiento del Pardo de Madrid. A la vuelta se echó novia, una guapa chavala del caserío Peña Kardeli, María Luisa Maiz. Se casaron un 1953 con la promesa de Antonio de montar una relojería en Castro Urdiales.

 

De nuevo el destino quiso que la familia se quedara en Balmaseda, eran los tiempos en los que se compraba el primer reloj para la Comunión, y el segundo para la boda. Los relojes eran caros en proporción y había que cuidarlos, cuando se averiaban había que arreglarlos y no era raro el caso de que el relojero dejara otro al cliente durante el tiempo que se prolongaba la reparación. Antonio y Maria Luisa se hicieron cargo de la relojería y añadieron la sección de joyería. La primera caja fuerte de los años sesenta se conserva en la relojería vieja, encastrada en la pared, poco más grande que una caja de zapatos.

 

- EL RELOJ AUTOMATICO -

 

Llegan los setenta y en 1976 se abandona la vieja relojería de Correría 11 para trasladarse a Correría 19, unos metros más arriba, a un edificio recién construido entonces. A finales de esa década llegan los relojes automáticos, mucho más complicados, pero esta vez sí, las piezas no se hacen, se recambian. En esta tesitura llega al mundo de la relojería la primera nieta, Rosa María de Francisco Maiz, de la mano de sus padres, creciendo con los relojes a los que no había que dar cuerda y que una vez desmontados hacía falta cátedra para volverlos a montar... y que anduviesen.

 

- EL RELOJ DIGITAL -

 

Eugenio de Francisco Maiz se une al plan a finales de los ochenta, con el nacimiento del reloj digital y de cuarzo. Lo más habitual desde entonces es cambiar pilas, los arreglos se siguen haciendo, con la salvedad de que en ocasiones en lugar de cambiar algunas piezas a los relojes trae más cuenta cambiar toda la máquina, al abaratarse los movimientos y los relojes en general.

 

- LLEGAMOS A LOS CIEN AÑOS -

 

La vieja lonja de Correría 11, en una casa de aproximadamente trescientos años, albergó la relojería de 1916 a 1976, de 1977 a 1987 la mercería de Anita de Francisco, y de 1988 hasta hoy la Redacción de la Revista Clinex y sede de la Sociedad Cultural Clinex. Nunca tan pocos metros tuvieron tanta historia.

 

La lonja de Correría 19 abrió en Diciembre de 1976 y treinta años después en Diciembre de 2007, se hizo una gran reforma.  La víspera de la reinauguración -día 10- falleció Antonio de Francisco de forma repentina, a los 85 años.

 

De todos estos años quedan cantidad de vivencias y anécdotas, cómo mi “la relojera” Maria Luisa Maiz aprendió a arreglar despertadores, como Marisa de Francisco aprendió a grabar antes de ser médico forense -y sigue siendo la encargada de ello- cómo la cuarta y quinta generaciones han jugado, como lo hacían sus padres, a arreglar relojes y a atender a la distinguida clientela.

 

- LA CELEBRACION -

 

La celebración del Centenario se celebra en dos fechas:

 

1 de Julio.

Nacimiento de Antonio de Francisco Ortiz.

Fiesta del Centenario en la calle Correría. Centrada en los dos locales que han albergado la tienda

 

1 de Diciembre.

San Eloy, patrón de los joyeros, plateros, bisuteros y relojeros.

Celebración Cultural en la Plaza de San Juan.

 

Conmemoración de la restauración del reloj de San Juan con el Himno de Balmaseda de D. Martín Rodríguez Seminario, adaptado por D. Antonio de Francisco Ortiz.

 

Conmemoración de la llegada de León Felipe a Balmaseda en 1916. Concierto, audición, publicación y video en torno al centenario de la relojería y la figura del poeta León Felipe.

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